lunes, 18 de julio de 2016

Cincuate


Navegando por Internet me encontré con esta referencia:

(del nahuatl)
cin = maíz
coatl = serpiente

y todo lo que se pueda decir de la serpiente cincuate.

Paralelo a esto mi padre me contó algo muy peculiar respecto a estos reptiles, que tenía, más que nada, que ver con los mitos a los que se les relaciona. Trataré de contarlo de la manera más breve, y con esto no me refiero a la menos acertada, teniendo en cuenta lo imprudente que sería hablar mal de una de de estos seres rastreros, tan majestuosos como repugnantes y tan grandes como pequeños los quieras ver, teniendo en cuenta el temor que pueden generar; y hablando del temor hay que hablar del pasado, del tiempo en que no se sabía con certeza lo que era cada animal, en donde los medios no podían acercarnos a ellos de una manera segura por medio de imágenes y escritos como este; en ese pasado es donde, sin remedio, solo se podía adquirir el conocimiento de una forma empírica. Y en busca de más de una respuesta ante tales misterios que oculta la naturaleza para el hombre de la sociedad temprana, las bestias llegaron en forma de gigantescos huesos dentro de cuevas, de animales incomprensibles que causaban daño, y de la continua relación de estos a aspectos más divinos.

Desde el principio se tuvo respeto a los cincuates, estas serpientes que se ocultaban entre los campos de maíz (cuando la agricultura ya era parte fundamental de la vida humana) se les vio como seres protectores a pesar del terror que podían inducir, terror nada diferente al que produce cualquier serpiente, hay que asegurarlo. Y con el paso rápido de las generaciones por este mundo ocurrió lo que siempre sucede cuando dos especies están siempre en contacto; pronto, todos aquellos que cuidaban de no encontrarse con cencuates en el camino entendieron que estos reptiles se ocultaban mucho en las milpas porque ahí encontraban gran cantidad de alimento: estas siempre se infestaban de ratones y demás pequeños roedores que eran todo un festín para la llamada desde entonces "serpiente del maíz".

De aquí surge el mito, la alabanza de pequeños grupos de agricultores que criaban a estos animales para tenerlos como -por decirlo así- armas de defensa. Los sencuates se ocultaban entre las milpas, mas no les hacían nada, las victimas siempre fueron los roedores desafortunados que creyeron encontrar buen alcance de alimento entre las grandes cosechas de maíz de los que son nuestros abuelos.



He de aclarar que la palabra coatl siempre me ha parecido muy curiosa, muy atrayente, de una forma que no podría explicar correctamente. o que aun no sé cómo explicar. Y más por su relación en tantas leyendas tan magnificas del pasado que ocultan las antiguas civilizaciones. Tal vez ellos soñaron con nosotros como ahora nosotros soñamos con ellos, y así mismo soñamos con lo que será del futuro, que será de todo lo que hemos construido cuando la eternidad no haga sino que comenzar, hay que tener en cuenta lo que es la eternidad para entender la nada, así como el todo que nos rodea, la realidad y los sueños, las preguntas sin respuesta y la filosofía de las culturas.


§§§§§§          §§§§§          §§§§§


No hace mucho, de esta fecha, que visite a mi abuelo, él vive en el estado de México, en un pequeño pueblo perdido entre los grandes llanos que predominan y entre las montañas, que yo sigo asegurando, ocultan pirámides en su interior; no hay que olvidar que en algún momento la mítica ciudad de Teotihuacan estuvo cubierta por grandes cantidades de tierra arrastrada por el viento en lo que han sido, siglos de olvido.

Junto con mi padre emprendimos este viaje que ya es habitual para mi. Y es entre sus grandes tierras en donde puedo encontrar una tranquilidad casi soñada, algo que no se consigue en la ciudad.

Y mientras tomábamos sombra de un gran árbol mi padre me anunció de algo muy extraño que es muy inusual, y era que un pequeño cardenal volando de rama en rama del inmenso tronco. Me explico que estas aves se les ve de cerca muy rara vez, ya que casi siempre se alejan de las personas, y si ven una de lejos, vuelan aun más lejos: animales muy cimarrones.

Y ante esta afirmación empírica se tenía la duda del porqué esa pequeña ave se encontraba tan llegada a nosotros. Pronto notamos que la pareja se encontraba ahí: el cardenal con el "sombrero rojo" que tanto lo distingue y su pareja, café y menos atractiva, pero que volaba más aprisa sobre el árbol.

-Aquí sucede algo extraño -afirmaba mi padre.

Yo no poseía mucho conocimiento acerca de estas aves, por lo cual no podía asegurar lo que decía.

en fin, perdimos mucho tiempo viendo a la pareja volar sobre nosotros, a una distancia de máximo unos cinco metros, y esponjarse alzando sus pequeñas plumas como si estuvieran a punto de tacar a alguna bestia del cielo, además de chillar y graznar como si hablaran con la furia con la que Dios expulso a los ángeles insurrectos del paraíso.

-También graznan, ha de haber algo por ahí.

Pero cuando nos dimos cuenta, cuando notamos la razón de este alboroto en miniatura ya era demasiado tarde, pues el sincuate que se arrastraba por los troncos ya había alcanzado el nido de la pareja ovípara, que había ocultado su pequeño hogar entre una rama muy alta, pero no imposible de alcanzar para un reptil tan legendario en estas tierras. Mi padre al notar la serpiente cazar a las crías que ya tenían pocos días de nacidos comenzó a lanzar piedras hacia la cabeza del animal, tratando de evitar el terrible final que ya había alcanzado a estos pequeños desafortunados. Me grito que la ayudara mientras mi abuelo corría lejos para evitar que no le cayera una de las grandes rocas que salían como proyectiles de nuestros brazos. Y mientras una de las crías era devorada otra salía volando, seguro que su primer vuelo ya que no había durado ni cinco segundos en el aire, para desplomare después sobre la tierra húmeda por las frecuentes lluvias.

Cuando la serpiente descendía hacía la tierra, abandonando el terreno áspero de la madera, mientras los padres chillaban sobre su nido vació, mi papá arrancó dos grandes ramas del árbol, me tendió una sin dejar de encontrarse a la defensiva y me decía que no perdiera de vista al reptil. Yo lo hacía, pero era difícil encontrar el cuerpo café y manchado del animal sobre el tronco que se secaba a la luz del medio día. Nos acercamos, pero cuando menos lo esperaba, mi padre ya gritaba que la había perdido de vista, yo igual; se había perdido entre las rocas del piso.

Pero, en un segundo, en menos del tiempo en que pude reaccionar para verlo bien, un golpe se escucho contra el tronco, y luego algo cayendo, un cuerpo frío que parecía ya haber perdido conciencia, el cuerpo del cincuate que había sido alcanzado por el palo de mi padre. Me acerque y él, victorioso, comenzó la tanda de palos contra el cuerpo vertebrado del animal que acababa de matar a otro; yo sentía que el ciclo se repetía, pues ahora, otro animal -pues no ha de olvidarse que también somos animales- mataba al reciente reptil que solo se alimentaba.

-Vamos, golpeale en la cabeza, que aun sigue vivo, y si no lo haces se escapará.

Apreté la vara que tenía en mis manos, no estaba seguro, pero tenía que hacerlo, era como terminal un ritual, una iniciación junto con la bandera de "así es la vida" la vida tan cruel que nos rodea, donde los más fuertes son los que sobreviven, o en este caso, los más sádicos. Y sin más remordimiento aplaste la cabeza de este animal divino varias veces hasta que sus músculos dejaron de reaccionar, y hasta que sus pequeños ojos perdieron todo encanto de vida; hasta que su quijada triangular, base de pirámides, se rompió y dejó entrever los dientes y colmillos con los cuales cazaba, y hasta entonces fallé el golpe, ya sin hacer nada, triunfante ante la realidad, pues todo esto era juego de la verdad, ni un dios y ningún demonio había intervenido, solo la verdad de la naturaleza.

La colgamos en la hoja de un nopal, dejando a la vista su cuerpo frío de un metro de largo; comida fácil para hormigas y demás especies carroñeras que se encargan de desaparecer los cadáveres de la faz de este reino.

Le tomamos fotos, imágenes para la posteridad, imágenes que se olvidan rápido y dejara todo en vista de una anécdota curios, y no más de lo que yo sentí. Pero como siempre, nunca digo lo que siento.

Ahora existe el fantasma de una serpiente, de una serpiente del maíz que me persigue en sueños. Y siempre que despierto sudando es porque de nuevo he entrado en el interior de un sincuate hambriento: me devora y adentro no hay más que muerte, lo peor, el sufrimiento total que jamás se pueda soñar, la disolución de la cerna, la perdida de la forma y la sensación de desintegrarse, de despedazare, de no ser ya nada más que basura...


§§§§§§          §§§§§          §§§§§


Hay más detalles importantes, pero estos igual se perderán en la eternidad, que cuando ya no quede más estrago de lo que fuimos, de lo que seremos y de lo que somos, apenas habrá comenzado, es por eso que mejor dejo la historia hasta este punto, solo diciendo que he entrado muy tarde al reino de la realidad. Mis manos ya no están del todo limpias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El apocalipsis de SWANS

La experiencia del apocalipsis a través de la música. En los tiempos que se viven, la ilusión del final de la vida en el mundo se ha conv...